Es posible que muchos seguidores de López Obrador piensen que él es un hombre de izquierda. Es probable que esos mismos crean que la izquierda sólo puede ser una reedición del estalinismo en su versión más virulenta. Y seguramente, si viven en Iztapalapa, habrán votado por Juanito para complacer a su líder.
A eso se debe que el Partido del Trabajo, recomendado por López Obrador para ser votado como parte de una compleja maniobra autoritaria, haya ganado por sí solo una delegación política del Distrito Federal. La joya de la corona, puede decirse, pues Iztapalapa es el cofre que guarda los secretos perredistas para el control de la capital.
Poco le ha importado a AMLO que en el plano nacional el PRD se haya convertido en una lejana tercera fuerza política, con apenas 12% de la preferencia electoral. El capricho voluntarista se ha consumado y él podrá decir que al menos en esa porción del Distrito Federal la izquierda triunfó de manera radiante.
Otra izquierda damnificada en la elección del pasado 5 de julio fue el Partido Social Demócrata (PSD). No pudo alcanzar 2% de la votación nacional, indispensable para continuar en el elenco de los partidos políticos en activo, y tendrá que desaparecer de la escena. Esta es una pérdida sensible. El PSD postulaba y sostenía causas que, al parecer, a ningún otro partido le importan. La condición social y los derechos de los gay, incluidas las sociedades de convivencia; el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y, en consecuencia, la despenalización de la interrupción temprana del embarazo; el llamado a revisar de manera seria la regularización del consumo de drogas, y el enfoque global acerca de pertinencia del tipo de lucha que hoy emprende el gobierno contra el crimen organizado.
Con la pequeña fracción que ha tenido en la Asamblea Legislativa del DF y la concurrencia de algunos diputados del PRD, logró aprobar un buen número de leyes en estas materias. Incluso la Suprema Corte de Justicia intervino para convalidar alguna de ellas, como la relativa al aborto, que había sido objetada por el levítico presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Pero la reacción no descansa. Numerosos estados de la república han aprobado últimamente leyes que penalizan la interrupción del embarazo desde el momento de la concepción, sin excluyente alguno. Se ha visto, en Guanajuato, el caso aberrante de una niña de once años, embarazada por una violación, que fue obligada a dar a luz por virtud de una de esas leyes imbéciles. La niña no resistió la presión y se suicidó. Congresos locales panistas han sido los impulsores de estos claros retrocesos en nuestra legislación.
Es de esperar que el derrumbe del PAN en las últimas elecciones traiga como consecuencia benéfica adicional la derogación de esa legislación retrógrada, que el PRI no apoya.
Con la desaparición del PSD no sólo pierden los más de 350 mil ciudadanos que votaron por él. Pierde también el país la opción de una izquierda moderna, tolerante, plural, que acepta en la economía el papel del mercado, y es ajena al mesianismo redentor de los iluminados.
miguelga@aol.com
Publicado en la revista Vértigo, Año IX, No. 434 12 de julio de 2009.
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